Cuando en alguna de las ciudades de la tierra que el Señor tu Dios te da veas a un hermano hebreo pobre, no endurezcas tu corazón ni le cierres tu mano. Antes bien, tiéndele la mano y préstale generosamente lo que necesite (Deuteronomio 15:7, 8).
Los malvados piden prestado y no pagan, pero los justos dan con generosidad (Salmo 37:21).
Es un pecado despreciar al prójimo; ¡dichoso el que se compadece de los pobres! (Proverbios 14:21).
Servir al pobre es hacerle un préstamo al Señor; Dios pagará esas buenas acciones. (Proverbios 19:17).
El que ayuda al pobre no conocerá la pobreza; el que le niega su ayuda será maldecido (Proverbios 28:27).
Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda (Mateo 5:42).
Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente (Mateo 10:8).
Pero una viuda pobre llegó y echó dos moneditas de muy poco valor. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que esta viuda pobre ha echado en el tesoro más que todos los demás. Éstos dieron de lo que les sobraba; pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento" (Marcos 12:42-44).
Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes (Lucas 6:38).
A todo el que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y al que se le ha confiado mucho, se le pedirá aun más (Lucas 12:48).
Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría (2 Corintios 9:7).
Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras (Santiago 1:17).