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Desarrollo de líderes para hoy y el futuro

Por Héctor Burgos Nuñez



Durante los pasados dos años, la Iglesia Metodista Unida ha estado implementando un programa de renovación a nivel de nuestra conexión metodista alrededor del mundo. El propósito del plan es traer un nuevo vigor a nuestra experiencia de fe y testimonio como discípulos de Jesucristo en el siglo XXI. Una de las áreas de enfoque de este ambicioso plan es el desarrollo de líderes cristianos que puedan responder a los desafíos de la iglesia de hoy y dirigir al pueblo a un discipulado apasionado y comprometido con los principios del reino de Dios.


Rdo. Héctor Burgos Nuñez

Me considero afortunado de haber crecido en una iglesia donde, desde muy temprano, se me permitió desarrollarme como líder. Mis primeras experiencias como líder fueron en Puerto Rico, como coordinador de evangelismo en mi iglesia local. Años después, al mudarme al estado de Nueva Jersey, tuve otras oportunidades de desarrollo dentro de la vida de la iglesia como presidente del Concilio de Ministerios de mi iglesia local, y luego como presidente del caucus hispano de la Conferencia de Nueva Jersey.

En el año 2003, luego de un proceso intenso de discernimiento, respondí al llamado de Dios de servir a través del ministerio pastoral. Hoy, a mis 35 años, luego de culminar mis estudios de seminario, de haber sido comisionado como presbítero en probatoria y con sólo 6 años de experiencia en el ministerio pastoral, logro identificar algunas cualidades que es importantísimo que los líderes hispanos desarrollen, si es que queremos ser efectivos en el cumplimiento de nuestra misión de hacer discípulos de Jesucristo para la transformación del mundo en el siglo XXI.

Los líderes cristianos deben ser personas con un amor profundo por Jesucristo. Deben esforzarse por lograr un crecimiento integral en sus vidas por medio de la práctica de disciplinas espirituales y medios de gracia, además del cuidado físico y mental. Esto es crucial, ya que líderes saludables habrán de desarrollar ministerios e iglesias saludables.

Un buen líder cristiano debe tener visión. Muchas veces nuestros ministerios se estancan por la falta de gente con visión que ayude al pueblo a establecer metas y objetivos de ministerio a largo plazo, que ayude a la congregación a encaminar programas e iniciativas que encarnen el sueño de Dios para sus comunidades. Aun cuando somos llamados a vivir el presente, los buenos líderes también dedican tiempo a mirar hacia el futuro y capturar la visión de Dios para las comunidades en las que son llamados a servir.

Debido a la gran diversidad que existe en el pueblo hispano-latino en los EEUU, es muy importante que nuestros líderes cristianos sean personas que se sientan cómodas trabajando con gente de diferentes culturas y generaciones. Aunque crecí comiendo arroz con habichuelas, he aprendido a disfrutar los tacos, las pupusas y el Ceviche. Escucho reggaetón cristiano para compartirlo con la juventud y otros ritmos centroamericanos para incorporarlos en la adoración de la iglesia. Además, debido a la realidad de nuestro entorno de ministerio, es importante dominar más de un idioma. Este último punto resulta muy importante, si realmente aspiramos alcanzar a las nuevas generaciones de hispano-latinos en este país. Muchos jóvenes se identifican plenamente con la cultura de sus padres, pero no necesariamente dominan el idioma de sus países de procedencia.

En una época de tantos cambios tecnológicos, es muy importante que nuestros líderes utilicen efectivamente, en sus ministerios, las nuevas tecnologías disponibles. Facebook, Twitter, correos electrónicos y mensajes de texto ya deberían ser herramientas de ministerio de todos los días. En muchas ocasiones, esto requiere salir de nuestra comodidad, lo que es parte de ser un buen líder.

En un tiempo de tantas oportunidades, nuestro líderes tienen que procurar ser personas multifacéticas. Los tiempos en que el pastor o la pastora se limitaba a sólo predicar el domingo por la mañana son cosa del pasado. Nuestros líderes tienen que estar dispuestos/as a asumir funciones no convencionales que les ayuden a conectarse y tener un mayor impacto en la comunidad local. Recientemente, acepté una invitación a participar en la junta de directores de una clínica comunitaria, lo que me permitió traer la perspectiva del pueblo inmigrante a la mesa, y así ayudar a mejorar los servicios que esta entidad ofrece a la comunidad.

Un buen líder busca constantemente nuevas maneras de empoderar al pueblo para servir a la comunidad. Almacenes de comida, centros de servicios a los inmigrantes, programas recreativos para la niñez y la juventud, distribución de alimentos calientes, clases de nutrición, y grupos de apoyo a madres/padres con niños en edad pre-escolar, son tan solo algunas de las iniciativas que le permiten a la iglesia ser un agente de transformación en la comunidad local. Para que esto sea posible, es crucial que nuestros líderes sean personas con mentes abiertas y flexibles, para que la iglesia pueda responder positivamente a las necesidades tan complejas que existen en nuestras comunidades.

Finalmente, un buen líder tiene que estar dispuesto/a a correr riesgos y no temer al fracaso. Jesús nunca dijo que sería fácil, o que no encontraríamos resistencia en el camino. No todo lo que hagamos saldrá como esperábamos. Pero si realmente deseamos encaminar a nuestras iglesias hacia una experiencia de renovación y crecimiento, tendremos que estar dispuestos a correr riesgos calculados y tratar cosas nuevas, aun cuando el fracaso sea una posibilidad.

En Mateo 28:19-20, encontramos las palabras de Jesús que dan forma a la misión de nuestra denominación. Hoy, más de 2,000 años después, el llamado es el mismo, pero los tiempos son diferentes. Nuestra denominación necesita continuar reclutando hombres y mujeres, laicos/as y pastores/as, de todas las edades y trasfondos de vida, que estén dispuestos a responder a este llamado con integridad y plena confianza de que Dios, por medio del Espíritu Santo, nos ayudará a cumplir eficazmente con la misión de compartir las buenas nuevas de Jesucristo con todas las personas.


--Héctor A. Burgos-Núñez 
[email protected]


el Intérprete, septiembre-octubre, 2010

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